
Este año, y en especial estos días, están siendo muy especiales en Cádiz. Seguro que muchos de vosotr@s ya sabéis por qué. Y es que el 19 de marzo de hace dos siglos, al grito de "¡Viva la Pepa!", se proclamó en la Tacita de Plata la Constitución que garantizaría por primera vez en nuestro país derechos como la libertad de expresión o la educación para tod@s.

En Barbieholics, como buenos gaditanos, no hemos querido dejar pasar esta celebración, por supuesto con una buena sesión de fotos inspirada en nuestro traje típico: el de piconer@. Para quien no le suene, es un traje bastante parecido a los goyescos, aunque en nuestra ciudad incluye algunos detalles que lo distinguen: la mantilla, o la redecilla pasa a ser una madroñera, más larga y estrecha, y tocada con madroños o borlones de lana, que también suelen adornar las hombreras de la chaquetilla. Ésta se caracteriza por la forma de almenas de su parte inferior, y por los faroles abullonados en la parte superior de las mangas. Además, la piconera suele vestir lucir pendientes de coral y un camafeo del mismo material al cuello.
Lo cierto es que mi intención era la de hacer un disfraz de maja y majo doceañistas, pero estas últimas semanas he estado muy liada por cuestiones personales y profesionales y tuve poco tiempo para preparlo como es debido. Así que tuve que hacer un apaño, y se me ocurrió que podía utilizar uno de los trajes de piconera que mi abuela hizo para las Barbies de mi hermana y mía hace veinticinco años. Y aquí tenéis el resultado final:

La chaqueta originalmente tenía un cordón dorado, ya muy estropeado por el paso del tiempo, y el cierre consistía en un par de cordones de lana rematados con sendos borlones. Las mangas eran demasiado cortas, y obviamente la talla correspondía a la de los cuerpos T'N'T. Además, la falda tenía una forma redonda demasiado grande, y el peto se ataba al cuello, por lo que se deformaba en la parte delantera. Ah, y la madroñera se ataba con un lazo que estaba hecho polvo. Así que fueron precisos varios retoques: retirar el cordón dorado, añadir anillas y cordón negro para atarla, coger pinzas y coser elástico y encaje por aquí y por allá. Aquí tenéis una foto de la otra chaqueta que conservo, sin tunear.

Por último, para completar el conjunto no tenía más remedio que ponerme manos a la obra y confeccionar unas enaguas blancas rematadas con puntilla, unas medias del mismo color y unas sabrinas o merceditas negras (lo de bailarinas es un término demasiado moderno para este conjunto) rematadas con un lazo.


Sí, las merceditas son un desastre. Pero nos imagináis lo que tuve que correr para poner a punto el disfraz... De todas formas el trabajo original de mi abuela es tan bueno que ese detalle ni se nota. Y anda que Olivia no posó con garbo y orgullo gaditano.

Como ya sabéis, es oir la palabra "disfraz" y a Ralph se le enciende la antena. Dio igual las veces que le repetí que no tenía tiempo para hacerle un conjunto decente, que su novia Pe no era la elegida como modelo para llevar el traje de piconera, y que un inglés de pura cepa no es el más adecuado para posar con arte... No paró de darme la lata hasta arrancarme un "ya veremos", que se transformó en un tuneo del traje de Bestia que tenía por ahí guardado, añadiendo unos pantalones rojos, un chaleco de fieltro y una redecilla de encaje. No debería ni enseñar las fotos, pero como son de lejos no se podrá apreciar con detalle el fiasco...


Al final resultó que Ralph no era tan soso posando...

"¿Y por qué tanta prisa en hacerlo todo?" puede que os estéis preguntando. Pues porque el sábado 17 había una gymkana sobre el bicentenario en el centro de Cádiz, y quería acudir acompañada de Olivia. No, el objetivo no era participar en la gymkana, sino el de fotografiarla con algún apuesto majo doceañista de entre los que animaban las distintas actividades. Desde las doce de la mañana y acompañada por mis padres, mi hermana y mi cuñado, me recorrí las callejuelas de la ciudad con Olivia cuidadosamente sentada en mi bolso, pero no hubo suerte. Los participantes en la gymkana, que se distinguían por sus camisetas granate, corrían en pareja o en pequeños grupos de un lado a otro en una danza frenética, pero a excepción de una simpática piconera, no encontramos ningún candidato a posar junto a nuestra pequeña modelo.
Sin embargo, mientras degustábamos un helado en Los Italianos, divisé un grupo de chicos y chicas vestidos con trajes de época en una esquina de la Plaza de San Antonio, y ni corta ni perezosa, me dirigí hacia ellos junto con mi hermana. Les expliqué la situación, y en dos minutos había conseguido cumplir el objetivo de mi propia gymkana del Doce, con el añadido de que ni tuve que ponerla a posar. El protagonista de la foto, al que desde aquí quiero agradecer su buena disposición, su paciencia y sobre todo, su buen humor, la colocó sobre su hombro como una pequeña Campanilla, y posó así de sonriente junto a ella. ¡Ni que decir tiene que se ganó a nuestra Olivia en cuestión de segundos!

¡Besos para tod@s y feliz fin de semana! Y por supuesto...
¡Viva la Pepa!