
Durante una de mis rutinarias sesiones de curioseo por Ebay, me topé con una puja a la que no pude decir no. Lo cual, en mi caso, es bastante significativo: en primer lugar, porque a pesar de visitar la página con asiduidad, no suelo comprar mucho por internet; en segundo lugar, porque las veces en que he adquirido algo, nunca ha sido pujando. ¿La razón? Soy un desastre haciéndolo, se me olvidan las horas de finalización, no le pillo el truco a sobrepujar, en fin... que al final termino dándole al botoncito de
Cómpralo ya y me clavan.
Sin embargo, al ver aquella foto, el precio que la acompañaba y el poco tiempo que quedaba para finalizar la puja, me atreví. Y contra todo pronóstico, la gané, además por debajo del límite que me había fijado. Y saltando de alegría por mi casa, le comuniqué a mi marido que era la afortunada dueña de unos Louboutin. A escala 1/6, por supuesto. Y es que a mí no me dará para tener un par, pero para mis chicas pude permitirme el capricho. A más de un@ le parecerá una estupidez, pero realmente me sentía como si la que iba a meter el pie en aquel maravilloso zapato fuera yo. Como una verdadera Cenicienta. Y es que con un par de tacones de tiras plateadas y suelas rojas... ¿quién no se siente una princesa Disney?

Desde luego, la reacción de mis chicas al enterarse de la nueva adquisición no fue precisamente de princesitas recatadas. Abrieron champán y comenzaron a hacerse la pedicura... y a preguntarme quién sería la primera en poder lucirlos.
Obviamente, si hay una norma que tienen clara es que lo que es de Barbie es de Barbieholics, y que todas pueden disfrutar de todo, incluyendo ropa, zapatos y complementos. Pero estrenar unos Louboutin no es algo que se haga todos los días, y pensé que podía sacarle provecho.
-Creo que estaréis de acuerdo conmigo en que lo justo es que los estrene Barbie. Es cierto que no es la más veterana, pero sí la razón por las que las demás estáis aquí.
Las chicas estuvieron de acuerdo, y decidieron echar a suertes el orden en que podrían ponerse los zapatos una vez que Baabi los devolviera a la caja. La afortunada no podía ocultar su emoción, y aproveché para acercarme a ella y lanzarle un órdago.

-Te mereces los Louboutin... pero quizá yo me merezca saber de una vez por todas qué ocurrió entre Tommy y tú para qué sigas rechazando sus ramos de flores y te niegues a dirigirle la palabra después de tanto tiempo. Lo saben Pe, Leilah, Gema, y seguro que alguna más... Prometo no vender la exclusiva al Hola. Ni al Gossip Queens, si es lo que temes.
-Está bien -respondió ella, suspirando-. Iba a contártelo de todas formas. Es sólo que todavía me duele hablar de ello. Pero cambiando de tema. Supongo que unos zapatos nuevos irán acompañados de un nuevo diseño ¿no?
Y suponía bien. Sin embargo, sigo teniendo poco tiempo para ponerme a coser tranquila, lo cual limita mis creaciones a lo que pueda hacer en un par de horas como mucho. Después de varios días cavilando, decidí que el rojo de las suelas Louboutin fuera el color predominante. De este modo, cosí unos leggins y un top con un hombro descubierto, y para darles un toque divertido, utilicé algo de encaje negro para hacer una falda de doble volante, con un frunce asimétrico. A juego con los zapatos, apañé un clutch plateado, y le hice un recogido informal (tipo Blake Lively, es decir, me peino para parecer que acabo de levantarme de una siesta en lugar de venir directamente de la peluquería).






Como véis, el resultado si bien no es muy glamouroso, es bastante divertido, y me pareció un buen contrapunto para los zapatos. Cuando terminamos la sesión y Barbie empezaba a desvestirse, una idea cruzó mi mente como un rayo.
-¡Espera! No te quites todavía la ropa. Dame un minuto. Ahora mismo vuelvo.
Poco después, aparecía con cartulina, tijeras, un trozo de lazo y otro de cola de ratón. Barbie se echó a reír, y me dejó hacer... y aquí tenéis el resultado...


Y es que el Diablo no siempre viste de Prada. A veces viste de Louboutin.

¡Ah! Y Barbie me contó por fin su secreto. Aunque me temo que he prometido no contarlo. Al igual que Gema, yo también valoro mi vida. Y no me extraña que no quisiera que se supiese...