
Muchas veces las cosas no salen tal y como las habías planeado. El 7 de julio mi hermana mediana y yo debíamos haber estado en un avión rumbo a Miami, para visitar a mi hermana pequeña. Sin embargo, esa mañana estaba en mi sofá, con el cuarto cólico nefrítico que he tenido en menos de dos meses (resulta que es la época) y sin más compañía que la de mis chicas. Varias horas, y un par de "Nolotiles" después, estaba preparando mi equipaje. Porque para qué os voy a mentir. Lo de las diez horas de avión cruzando el océano no me hacían nada de gracia, mi hermana pequeña se ha trasladado a trabajar a Madrid, con lo cual podremos verla y hablar con ella con mucha más normalidad, y tus vacaciones pueden ser perfectas si tienes la convicción de que así serán, sin importar el lugar donde vayas.
Así que ni corta ni perezosa, me dispuse a bajar las escaleras y dirigirme a la parada de autobús, para pasar unos días en casa de mis padres en Cádiz, mi ciudad natal. Cuál fue mi sorpresa cuando en el descansillo, esperándome junto a mi equipaje, encontré a Gema preparada para salir.
-Esto... ¿y esa maleta? ¿Te vas de vacaciones? -pregunté con la mosca detrás de la oreja.
-No. No me voy de vacaciones. Nos vamos de vacaciones.
Y sin mediar palabra, se encaramó dentro de mi bolso, se acomodó junto a mi cartera y me dedicó una mirada tipo gato de Shrek. Me encogí de hombros. Después de todo, la buena compañía es indispensable para pasar unas buenas vacaciones.
Aunque lo haga a menudo, regresar a Cádiz siempre me produce una indescriptible sensación de alegría, de vuelta a casa como El Almendro, y en cuanto puedo sacar un rato me encanta escaparme y perderme entre las callejuelas de mi ciudad, recorrer sus paseos y sus playas.
Así que una mañana, muy temprano, agarré mi cámara, metí a Gema en mi bolso y me encaminé a la playa de mi infancia, La Caleta, degustando 1€ de churros y deleitándome con los olores, sonidos y estampas de una ciudad que despierta.
Aunque actualmente Cádiz a vista de pájaro parece una chuletita de cordero flotando sobre el mar, cuando llegaron los fenicios, hace unos 3.000 años (que para eso es la ciudad más antigua de occidente), la estampa que encontraron era algo distinta.

La Gadir fenicia se fundó sobre Erytheia, la más occidental de las tres islas Gadeiras. Kotinoussa, la más larga y que hoy corresponde al Cádiz más moderno, así como a parte de San Fernando, servía como necrópolis o "ciudad de los muertos", y lo mismo ocurría con Antípolis, la conocida Isla de León. La playa de la Caleta corresponde al canal que separaba las dos primeras islas, y sobre uno de sus islotes (donde actualmente se ubica el Castillo de San Sebastián) los fenicios fundaron un templo dedicado a su divinidad más importante: Baal Hammon, el Cronos de los griegos y Saturno de los romanos. Justo enfrente (donde actualmente se ubica el Castillo de Santa Catalina), fundaron otro templo, esta vez dedicado a Astarté, la Afrodita griega y Venus romana. Podéis verlo todo con mayor claridad en este mapa:

Contemplar la playa de La Caleta a primera hora de la mañana, cuando el barrio de la Viña en masa no ha ocupado todavía su espacio vital legítimo es un regalo para los sentidos. El Castillo de San Sebastián parece saludarte en un abrazo, y murmullo del mar, limpio y calmado, tranquiliza el espíritu. Mi sombra sobre la arena os envía un saludo y os da la bienvenida al lugar donde el sol decide morir cada tarde.
Por supuesto Gema tardó cero coma en saltar fuera del bolso para explorar este maravilloso trozo de naturaleza, y caminar por la orilla del mar...
Sentarse sobre piedra ostionera, los huesos de Cádiz y el ladrillo de sus casas, cemento hecho de arena y conchas marinas, admirando la forma estrellada del Castillo de Santa Catalina...
Esperar el embite de las olas (con riesgo para la modelo, la cámara y la propia fotógrafa de quedar empapadas)...
Tomar el sol sobre la dura superficie que durante mi infancia recorría con pies descalzos, saltando segura de piedra en piedra. Ahora sería incapaz de quitarme las zapatillas...
Fue una mañana hermosa. Caminé descalza por la orilla, admirando el paisaje, y fabriqué recuerdos imborrables...
Pero nuestras pequeñas vacaciones no habían hecho más que empezar. Próxima parada: la ciudad del oso y el madroño.
¡Besos para tod@s y feliz fin de semana!