Rossetti & Gema on the go II: Madrid

Subir a Madrid es siempre para mí una pequeña aventura. Hay tanto que ver, tanto que hacer, tanto que visitar... Es cierto que no envidio su ritmo de vida (cuando te acostumbras a vivir en un pequeño y tranquilo pueblo costero, cualquier otro lugar te parece frenético), pero pasear por la Gran Vía o pasarme media mañana en La Casa del Libro escogiendo cuál de ellos llevarte es para mí una delicia. 

Así que cuando mi hermana pequeña nos propuso pasar un fin de semana con ella,  allá fuimos  mi cuñado (que nos hizo de chófer), mi hermana mediana, Sakura (la perrita de mi hermana pequeña, que hasta entonces había estado de ocupa en casa de mis padres), Gema y yo. Por supuesto, la seguridad es siempre lo primero...

Gema nunca había hecho un viaje tan largo, y estaba muy emocionada.

El jueves por la noche, tras despedir a mi cuñado, que se volvía para Cádiz, las tres celebramos nuestro fraternal reencuentro con una cena a base de comida colombiana y una pelicula de terror cómico zombie cubana: Juan de los Muertos. Y es que lo del frikismo debe ser cosa de familia.

Al día siguiente, mientras mi hermana pequeña cumplía con su jornada laboral, mi hermana mediana y yo nos dirigimos al centro de Madrid. Visitamos la FNAC, La Casa del Libro y varias tiendas de moda, pero la que se llevó la palma fue el Desigual de Callao, donde no pasamos dos horas sin apenas darnos cuenta. Para comer terminamos en el McDonald, y es que aunque no soy muy fan de la cadena, queríamos algo rápido y barato. Y las vistas no estaban nada mal. Gema no podía despegar la cara de la ventana...

Por la noche fuimos a cenar a un restaurante peruano. La experiencia fue genial, pero como volvimos el domingo para el almuerzo y aproveché para tomar algunas fotos, os la describo al final de la entrada.

El sábado pasamos el día en el Parque Warner, y Gema tuvo que quedarse en casa. Me pareció una decisión acertada, porque mis hermanas y yo nos montamos en todas las atracciones sin importar vértigos y otras fobias, y hasta llegamos a repetir en algunas. Al final del día, me dolía todo el cuerpo y estaba llena de moratones, pero más feliz que una perdiz.

Sin embargo, al volver a casa no encontraba a Gema por ninguna parte. La llamé un par de veces, y me pareció oir su voz desde el dormitorio.

-¡Menos mal que habéis llegado! ¡Ese monstruo quería comerme! -dijo señalando a la perrita de mi hermana pequeña.

-¿Sakura? Pero si es la perra más buena que he conocido nunca...

Y es la verdad. Mi hermana la recogió de un refugio. La habían encontrado dentro de un pozo, donde una persona la mar de caritativa y sobre todo con un gran corazón la había tirado esperando que se ahogara. Cuando mi hermana se enteró de su historia, no dudó en adoptarla, y desde entonces es su inseparable compañera. Es cariñosa, obediente y noble, pero Gema tenía razón. Después de una pequeña prueba, nos dimos cuenta de que se relamía delante de ella, y de que no podía quitarle los ojos de encima. Para hacer esta foto, doy fe de que la vida de la modelo corrió un serio peligro...

El domingo por la mañana vino mi cuñado para recogernos, pero antes decidimos dar un paseo por el centro. Allí encontré una preciosa tienda de muñecas, donde le compré a Gema un nuevo conjunto y muy amablemente me permitieron hacerle algunas fotos en compañía de aquellos bebes regordetes, a cual más bonito.

Tanto nos había gustado la cena del viernes, que el domingo volvimos al mismo restaurante a la hora del almuerzo: El Inti de Oro. Mi hermana nos había hablado maravillas de la comida peruana, así que teníamos mucha curiosidad por probarla. Es cierto que no es apta para todos paladares: es especiada y con un toque picante, y algunos platos, como el ceviche de pescado (a base de pescado crudo macerado) o el anticucho (trozos de corazón de ternera a la brasa) pueden parecer algo fuertes, pero os aseguro que todo estaba delicioso (y eso que yo apenas como carne, soy más de pasta, arroz, verdura y ensalada). Además del ceviche y el anticucho, probamos el pisco sour, un cóctel que se te sube bastante pero buenísimo; la causa limeña, una especie de ensaladilla de patata con atún algo picante y de una textura muy suave; ají de gallina, que me pareció una especie de curry riquísimo; saltado de lomo, con tomate, cebolla y patatas; y de postre probamos el bizcocho tres leches, el flan de coco y el suspiro a la limeña (dulce de leche coronado con merengue). No es un sitio barato, ni las raciones son exageradas, pero os puedo asegurar que cuando vuelva a Madrid repito de nuevo.

Durante el viaje de vuelta, Gema se pasó casi todo el tiempo dormida. Es normal... ¡estábamos todos rendidos!

Fue una escapada genial, y estoy deseando repetirla. Sin embargo, aún queda un destino más en nuestro pequeño viaje, y con una compañía muy especial...

¡Besos para tod@s y feliz fin de semana!